EL DRAMA DEL ALMA
Capítulo 1
Parte 6
Podemos considerar las repetidas encarnaciones del alma divina en los mundos de manifestación externa como una especial actividad del ego con el determinado propósito de adquirir un conocimiento que sólo de este modo le es posible adquirir. El descenso de la divina conciencia a los tres cuerpos físico, emocional y mental, está simbolizado en la caída del hombre, puesto que es su verdadera caída en la materia, la trágica causa de todo el subsiguiente sufrimiento en la peregrinación del alma. Porque al infundir el ego una porción de sí mismo en los tres cuerpos, esta porción se identifica con los cuerpos en que se infunde, y en esta identificación le parece ser los cuerpos destinados a servirle de instrumento. Al identificarse con sus cuerpos, la encarnada conciencia ya no participa de la omniabarcante conciencia del divino Yo a que pertenece, sino que participa de la separatividad de los cuerpos y se convierte en una entidad separada de los demás seres y opuesta a ellos, esto es, en una personalidad. Es la vieja leyenda de Narciso que al contemplar reflejada su imagen en las aguas del estanque, anhela abrazarla, y en el intento muere sumergido en las aguas. Así la encarnada conciencia está sumergida en las aguas de la materia, y al identificarse con los cuerpos se desglosa del Yo a que pertenece y ya no se reconoce como lo que verdaderamente es: un hijo de Dios.
Entonces comienza la secular tragedia del alma expatriada, que se olvida de su divina herencia y se degrada en la inconsciente sumisión a los cuerpos que debieran ser instrumentos de su voluntad. Es el antiguo mito gnóstico de Sophia, el alma divina que expatriada vive entre bandidos y ladrones que la humillan y maltratan hasta que Cristo la redime y la restituye a su divina patria.
¿Cabe mayor tragedia y más profunda degradación que la del alma divina, miembro de la suprema Nobleza presidida por la misma Divinidad, al quedar sujeta a las humillaciones e indignidades de una existencia en que olvidada de su alta categoría consiente en esclavizarse a la materia ?
A veces, cuando vemos a la humanidad en su peor aspecto, horrible en sus odios, desconcertada en su desvío de la naturaleza, grosera y brutal o estúpida y frívola, nos percatamos de esta intensa tragedia del alma desterrada y tenemos punzante conciencia de la degradación sufrida por el inmortal Yo interior.