LA CAUSANTE IGNORANCIA
Capítulo I
Parte 4
Lo último que descubre el hombre es a sí mismo. Es una extraña y sin embargo universal verdad que la sed de conocimiento debió empezar en el hombre por lo más lejano y terminar por lo más cercano. El hombre primitivo estudió el firmamento, pero sólo hasta ahora en los modernos tiempos comienza el hombre a explorar los misterios de su alma.
La mayoría de seres humanos son un misterio para sí mismos, y aun muchos, ni siquiera se percatan de la existencia del misterio. Si al hombre vulgar le preguntáramos lo que en realidad es como ser viviente; qué sucede cuando siente, piensa y obra; cuál es la causa de la lucha entre el bien y el mal de que es consciente en su interior, no sabría qué responder, y aun las mismas preguntas le parecerían nuevas y extrañas. Sin embargo, ¿no es más extraño todavía que vayan las gentes por la vida sobrellevando todas sus vicisitudes, sufriendo las miserias comunes a todos los hombres, regocijándose en los fugaces placeres de la vida, soportando su incesante carga, ya todo esto sin preguntar por qué?
Si viésemos a un hombre que viajara con mucha incomodidad y fatigas, y al preguntarle a dónde iba nos respondiera que nunca se le había ocurrido pensarlo, seguramente lo tildaríamos de mentecato. No obstante es exactamente el caso de la mayoría de las gentes en la vida ordinaria. Siguen su camino desde el nacimiento hasta la muerte, trabajan durante todo el trayecto y nunca preguntan por qué, o si lo preguntan, formulan la pregunta en términos superficiales sin preocuparse de recibir o no respuesta.
Pero en su larga peregrinación a cada alma le llega la hora en que la vida le es imposible a menos, que conozca su motivo; cuando desilusionada del mundo circundante en donde no puede hallar duradera satisfacción, da el alma por un momento de mano a su frenética caza tras las ilusiones, y exhausta queda silenciosa y solitaria. Entonces nace en el interior del alma la conciencia de un nuevo mundo. Entonces, desviado su rostro de la fascinación del mundo circundante, descubre el alma la permanente realidad del mundo interior, el mundo del Yo superior. Entonces y sólo entonces pueden responderse las preguntas acerca de la vida; pero como ha dicho Emerson, el alma nunca responde verbalmente, sino por lo que ella misma inquiere.