Cartas que me han ayudado – W.Q. Judge

Libro I  –  Parte 14 de 15

Carta  X (primera parte)

Querido Jasper:

Me preguntas acerca de las “tres cualidades procedentes de la Naturaleza” mencionadas en el “Bhagavad Guita.” Existen potencialmente, (de forma latente), en Purush (Espíritu), y se manifiestan en actividad durante aquel período del cual se habla en el “Bhagavad Guita,” cuando El produce todas las cosas después de haberlas devorado (que es parecido a Saturno que ingiere a sus hijos), por esa razón se constata que las cualidades envuelven a todos los seres, los cuales, según se dice, no están exentos de su influencia.

En este caso, el término “Seres” debe referirse a seres formados en todos los mundos. Por lo tanto, las cualidades existen en dichas formas (ya que la forma procede de la Naturaleza = Prakriti = Substancia Cósmica. J.N.) Y contemporáneamente envuelven al espectador (alma), que se aloja en la forma. Los Devas son dioses, es decir, una especie de poder espiritual inferior de Ishwara en el ser humano. Están influenciados por la cualidad de Satwa o Verdad. Se deleitan de un período de enorme felicidad, cuya duración es inmensa, sin embargo, teniendo una duración, no es una eternidad.

Según está escrito: “La bondad, la maldad y la indiferencia, las llamadas cualidades, emergen de la Naturaleza e influencian al alma imperecedera dentro del cuerpo.”

Desde luego, el alma inmortal, está separada del cuerpo en el cual las cualidades la influencian y también de las cualidades que no son ella. Es Ishwara. Por lo tanto, las cualidades envuelven a Ishwara.

La primera o más elevada cualidad es Satwa, cuya naturaleza es pura y agradable, implicando así a Ishwara, relacionándolo a las cosas placenteras y al conocimiento. Por lo tanto, aun alojándose en Satwa, el alma se envuelve. La segunda cualidad es Raja y causa la acción, implica al alma porque participa de la avidez y de la propensión y, al causar la acción, envuelve al alma.

La Tercera cualidad es Tamo, cuya naturaleza es indiferencia, induciendo entonces al engaño a todos los mortales. La ignorancia la alimenta. 

He aquí, dos grandes adversarios del alma: la ignorancia y la acción. En realidad, la acción, procediendo de Raja asistida por Satwa, no conduce al sitio más elevado, mientras que la ignorancia causa la destrucción. Por lo tanto, al reconocer nuestra ignorancia, debemos actuar a fin de destrozarla. La cuestión es ¿cómo realizar esto sin permanecer siempre en el vórtice de la acción (o sea del Karma que causa los renacimientos.? J.N.)

En primer lugar, al conocer que las acciones acontecen en estas tres cualidades naturales y para nada en el alma, se debe eliminar la idea de que uno mismo sea, en realidad, el artífice de alguna cosa. El término “cualidades,” debe considerarse en un sentido más amplio que aquello común.

Luego, se deben colocar todas las acciones en la devoción, es decir, sacrificar todo acto al Supremo y no a sí mismo. (Omitiendo la indiferencia), un individuo debe constituirse como Dios al cual se sacrifica o como el otro Dios real, Krishna, dirigiendo así todas sus acciones y aspiraciones hacia sí mismo o hacia el Todo. En tal caso, entra en campo la importancia de la intención, ya que, si una persona realiza grandes y valientes actos o beneficios para la humanidad o adquiere un conocimiento a fin de asistir al ser humano simplemente porque piensa que alcanzará la salvación, está actuando sólo para su propio beneficio, sacrificándolo únicamente a sí mismo. Por lo tanto, debe sentir una devoción interna hacia el Todo, es decir, colocar todas sus acciones en el Supremo, consciente del hecho de que no es el artífice de los actos, sino el simple testigo.

Como él vive en un cuerpo mortal, le influenciarán las dudas que emergen, cuya aparición depende de la ignorancia acerca de alguna cosa. Desde luego, el individuo debería poder disipar las dudas “con la espada del conocimiento,” ya que, si tiene una respuesta lista a alguna duda, puede aclarar ese tanto. Todas las dudas proceden de la naturaleza inferior y nunca, en ningún caso, de aquella superior. Por lo tanto, al incrementar su devoción, es capaz de realizar más y más claramente el conocimiento que reside en su parte Sátwica. Por eso está escrito:

“Un hombre cuya devoción es perfecta (o que persiste en su cultivo), constata que el conocimiento espiritual emerge espontáneamente en sí mismo con el transcurso del tiempo.” Y también: “El hombre con una mente inclinada a la duda, no goza en este mundo ni en el otro (aquel del Deva) y ni en la final beatitud.”

La última frase se propone refutar la idea de que, si en nosotros, aun cuando seamos indolentes y dudemos, existe este ser superior, él triunfará sobre la necesidad por el conocimiento, conduciéndonos a la beatitud final junto a todo el flujo humano.

Las tres cualidades son inferiores a un estado llamado Turya, que es un estado elevado del ser que se puede gozar aun estando encarnados. Por lo tanto, en Turya, las tres cualidades no existen, pero el alma las ve moverse en el océano del Ser abajo. Tal experiencia no se vive sólo después de la muerte, sino que, como dije, es posible gozarla en esta vida presente, si bien, desde 36 un punto de vista consciente, esto pasa muy raramente. Sin embargo, existen esos Yoguis elevados que, aun estando encarnados, pueden elevarse, y se elevan, al Nirvana o al Espíritu, empero conscientemente. Este es el cuarto estado llamado Turya. En inglés no existe palabra capaz de expresarlo. En dicho estado el cuerpo está vivo pero en una profunda catalepsia (que el Adepto se autoinduce. J.N.). Cuando el Adepto retorna de tal estado, trae consigo todo lo posible de las vastas experiencias de Turya. Por supuesto, trascienden cualquier expresión y nosotros podemos sólo percibir vagamente sus posibilidades. No puedo describir nada referente a esto porque no lo he conocido, sin embargo, capto sus posibilidades y probablemente tú también.

Es bueno dedicarse a algún tipo de práctica y seguirla en un lugar fijo o en un invisible sitio mental o durante la noche. Se debería saber que es posible realizar lo que llamamos Dharana, Dhyana y Samâdhi. (Véase el sistema Yoga de Patanjali.)

Dharana implica seleccionar una cosa, un lugar o una idea, en la cual fijar la mente.

Dhyana es la contemplación de esto.

Samâdhi es la meditación referente a tal tema.

Por supuesto, al intentarlo, estas etapas son todas una acción.

Ahora bien, consideremos lo que llamamos la concavidad de la garganta.

Primero, seleccionarla: Dharana.

Segundo, mantener la mente concentrada en ésta: Dhyana

Tercero, meditar sobre ésta: Samâdhi.

Tal proceso otorga firmeza mental.

Entonces, selecciona el lugar en la cabeza a lo largo del cual pasa el nervio Sushumna. No importa la ubicación, llamémosla la parte superior de la cabeza. Luego, sigue el mismo curso. Esto permitirá la penetración parcial en las mentes espirituales. Al principio, resultará difícil, sin embargo, con la práctica se hará más fácil. Si se realiza bien, se debería escoger la misma hora cada día, creando entonces un hábito no sólo corporal sino mental. Siempre ten presente la dirección impartida por Krishna, es decir, efectuar esto para beneficiar a la humanidad entera y no para fines personales.

En lo que concierne a las pasiones: la cólera parece ser la fuerza de la Naturaleza, pero hay más con respecto a esto.

La (llamada) lujuria es el símbolo grosero del amor y del deseo para crear. Es la perversión de lo Verdadero en el amor y en el deseo.

Según mi opinión la vanidad representa, en un aspecto, el poder ilusorio de la Naturaleza, Maya, lo que confundimos por realidad. Está siempre muy próxima a nosotros y muy insidiosa, como la ilusión de la Naturaleza es omnipresente y difícil de penetrar.

La Cólera y la Lujuria tienen un poco de la cualidad Rajásika, sin embargo me parece que la Vanidad pertenece totalmente a Tamogunam.

Que tú puedas dirigirte hacia la orilla donde el miedo no existe.

                                                                                                                                                          Z. 

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