J.J. Van Der Leeuw
Capítulo 4 Parte 22
LOS PODERES DEL EGO
Una vez afirmada la convicción de que somos el ego, debemos reconocer los poderes, atributos o facultades que como tales egos nos competen.
Ante todo tenemos el amor del ego, el poder de unidad, el aspecto que en terminología teosófica llamamos budi.
Parte de la tragedia desenvuelta cuando la conciencia del ego se infunde en los tres cuerpos y de ella se apodera la conciencia elemental de estos tres cuerpos, consiste en que el ego se considera un ser separado de todo cuanto le rodea y capaz de moverse por doquiera.
Desde el momento en que nos restituimos a la conciencia del ego, se desvanece la ilusión de separatividad y comprendemos lo que es la unidad. Entonces se obra el prodigio de que nos reconocemos todavía como seres individuales y al propio tiempo estamos en la vida de los demás seres, en todas las criaturas. Somos la vida de los árboles, la vida de las aguas del mar, la vida de las nubes, del sol y de todas las cosas. Tal es el amor, el poder del ego, nuestro reconocimiento de la unidad en este nivel, y la única fuerza motora en el Sendero de Perfección. Ni la voluntad ni el pensamiento nos impelen a lo largo del Sendero que conduce a la divina Unión. Es únicamente el amor, el reconocimiento de la unidad, y cuanto mayormente reconocemos la unidad más vivo es nuestro amor a los hombres nuestros hermanos, a los árboles y las rocas, y mayormente nos vemos empujados a la unión con la Vida divina, magnéticamente atraídos hacia la unión. Tratad de sentir este poder del ego para unirse con todas las cosas; tratad de sentir que vuestra conciencia se disuelve en la suprema Conciencia hasta que se identifique con esta Conciencia universal. Primeramente tratad o procurad sentir que vuestra conciencia es parte de la del Maestro y perded en el todo vuestro ser. No os contraigáis a contemplar esta unidad con el Maestro, sino sentidla de modo que sea una cosa efectiva y que os sintáis parte del Maestro. De esta suerte comprenderéis fácilmente que el amor es la única fuerza motora en el Sendero; que la intensidad de vuestro amor y adoración por el Maestro, que el grado en que podáis sentiros unidos a El, constituye la posibilidad de que os tome por discípulos.
Análogamente, pero en muchísimo mayor grado se explaya nuestra conciencia cuando nos sentimos unidos a la gran Fraternidad y tratamos de experimentar algo de la asombrosa unidad de aquella Conciencia que sólo tiene una Voluntad, la Voluntad del Rey y sin embargo está constituida por varios grandes Seres.
También en este caso, cuando podamos reconocer la unidad de esta Conciencia, dicho reconocimiento nos acercará a ella, nos unirá a ella y nos conducirá a la primera gran iniciación.
El amor es como un imán que nos atrae hacia el objeto amado y con él nos identifica; y cuando logramos reconocer el amor del ego y sentir como se dirige hacia todas las cosas, hacia todas las criaturas de este mundo, no puede menos de conducirnos a la meta de la evolución, a la unión con la Divinidad.
Cuando así lo sentimos, entonces comprendemos el significado de la oculta máxima : "creced como crece la flor". Cuando la flor recibe los cálidos rayos del sol se explaya anhelante de su fulgor y hacia el sol se dirige. El amor de la flor por el sol la hace crecer; y de la propia suerte crece el alma por su amor al divino Fulgor. N o requiere esfuerzo este crecimiento. ¡No hay violento empuje hacia adelante; es una concordancia natural con lo que amamos. Por esto ha de ser nuestro amor omniabarcante, sin excluir nada, pues debe fluir generosamente hacia todas las cosas, porque en todas las cosas buscamos la vida divina. Si de nuestro amor excluimos alguna cosa o algún ser y de nosotros lo separamos, excluiremos la Vida divina y dificultaremos nuestra unión con esta Vida. Pensad en el Señor Cristo como el Corazón de esta Unidad de todas las cosas; sentid Su amor como el amor que todas las cosas enlaza y amando a Cristo amaréis todas las cosas. Entonces comprenderemos la verdad enunciada por Cristo al decir que cuanto hiciéramos por el menor de nuestros hermanos por El lo haríamos.
Además, al reconocer este particular atributo del ego, no hemos de tener una mera contemplación o concepto intelectual del amor, sino que debemos sentir el amor del ego, identificarnos con este amor, y entonces podremos remontarnos en sus alas a superiores esferas. Es un poder que debemos aprender a emplear conscientemente.