Cartas que me han ayudado – W.Q. Judge

Libro III  – Parte 34

Pláticas Alrededor de la Mesa de Té

Acababa de leer, en voz alta, una carta de uno de los participantes de nuestro círculo enviada de occidente el otro día, cuando llegó el profesor, quien, al ver al estudiante sentado al extremo de la mesa, gritó: “Oh, mi querido compañero, eres el hombre que buscaba. Tu plática de ayer acerca de los sueños, trajo a mí tantas nuevas ideas que esta vez creo tener un enigma para tí.”

Inmediatamente, sus palabras concernientes a una pregunta para el estudiante, suscitaron el interés de todos nosotros. A él raramente se le puede hacer desistir, ya que suele esperar hasta que tú hayas expresado todo lo que quieres, enfocando entonces el asunto de forma tal que su esperada derrota se convierte en tu funeral. Esta vez, miró al profesor directa y lacónicamente diciendo: “Presumo que se trate de las cartas y de sus precursores.”

El profesor se quedó con la boca abierta y nuevamente me percaté de que nuestro querido estudiante había sorprendido al otro hombre y al mismo tiempo, la voz de la viuda me susurró al oído: “He visto una luz azul salir de sus ojos cuando el viejo profesor empezó hablar.”

“Por qué,” exclamó el profesor, “es exactamente eso, aunque no lo denomine de tal forma. Sin embargo ¿cómo lo sabías? ¡Bah, fue sólo una suposición! Esto es lo que pasa. Cuando pienso en un hombre y el mismo día o en la misma hora recibo una carta de él ¿existe alguna conexión necesaria entre mis pensamientos y la entrega de su misiva?”

“Puede ser y no puede ser. Depende. Acaso existe la misma relación que hay entre oír una carta que se ha leído aquí, tu llegada en este momento y la cuestión que te pregunté; que, según tu punto de vista, era fruto de una ‘suposición.’ Es muy posible que exista una estrecha conexión, como acontece en la mayoría de estos casos. ¿Has oído hablar de la llamada superstición del ‘precursor’ en Escocia y en otros países? No, ¿no prestaste ninguna atención a esto? Bueno, según ellos, algunas personas tienen lo que llaman un ‘precursor,’ el cual, a menudo es una imagen fugaz del individuo que se presenta a la casa o al lugar hacia el cual, este último, se está dirigiendo realmente, para avisar que dicha persona se está acercando, sin embargo no habla. En otros casos, se manifiesta como si alguien estuviese tocando a la puerta con anticipación, como si fuera una clase de heraldo. No presagia a la muerte; sino que es, únicamente, un precursor, el familiar heraldo de la persona. Bueno, lo mismo es aplicable a las cartas. Tienen sus precursores que viajan de antemano, algunos aparecen con un considerable anticipo, otros sólo un poco antes. Es una clase de presión del aura, un aura llena de las características del escritor, cuyo impulso y dirección es impartido por los pensamientos y las ideas definidas del corresponsal hacia el receptor. Sin embargo, ahora estoy predicando verdaderamente y no quiero monopolizar la noche.”

Todos detuvimos la respiración, ya que éste era el tópico acerca del cual hablamos un día, cuando el estudiante estaba ausente y ahora él, de manera provocativa, propuso interrumpir la explicación al principio. Por lo tanto, se levantó un coro de: “¡Continúa! No te comportes así. Este no es un té en sociedad. La noche es tuya.”

Desde luego, el profesor, con una expresión típica de él que quiere sacar ideas, preguntó: “¿Quieres decir que algunos objetos, por ejemplo las cartas, tienen sus propias esferas de naturaleza extensible que pueden viajar de antemano, por lo tanto, impresionando los sentidos del receptor, producen una impresión o un pensamiento acerca del autor en el cerebro del individuo con el cual esta esfera interfiere?”

“Exactamente” y capté una mirada fugaz del estudiante la cual telegrafió que fue él quien tomó una para que el profesor se expresara conduciéndolo en la telaraña de sus palabras que, siendo en su estilo, su cerebro podía aceptarlas con más rapidez.

“Se ha comprobado la existencia de un aura alrededor de los objetos, especialmente aquellos que pertenecen al ser humano. Las cartas, no sólo tienen tal aura como principio general, sino que como estado particular conforme a la concentración del escritor acerca del pensamiento, de las palabras y de la persona. Permanece con la misiva, en la forma en la cual una masa de aire comprimido viaja junto a una bala o a una bala de cañón. Este hecho es muy conocido, ya que con una fotografía instantánea, se han reproducido claramente en la plancha el cojín del aire comprimido y la bala. Lo que prevalece en la física, también prevalece en la física actual, usando un neologismo.

En algunos casos, he medido el tiempo que el precursor emplea para alcanzarme y a menudo he descubierto que lleva un día, que en algunas ocasiones implicaba una distancia de 500 millas y en otra de mil millas.”

“Entonces ¿es obvio,” dije, “que cada masa de esta aura, la cual debe ser personal del escritor, conlleva consigo la idea o la imagen del amigo?”

“Sí, esto acontece con todos nuestros pensamientos que nosotros imprimimos firmemente en la carta mientras escribimos. Entonces, toda el aura se empapa de nuestra imagen y cuando el cerebro la recibe, esa imagen produce una idea referente al escritor. En el caso de algunas personas sensitivas, ellas captan un conocimiento parcial del contenido de la misiva que está por llegar, aunque la mayoría de las veces esto acontece de forma muy vaga. Creo que la telepatía y la lectura de la mente nos brindan una prueba acumulativa de lo antes dicho.”

En ese momento, el timbre de la puerta empezó a sonar de forma fastidiosa, anunciando visitantes que no pertenecían al interesado círculo y tanto el profesor como el estudiante se despidieron, supongo que para continuar la conversación mientras se alejaban. Octubre, 1892

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Scroll to Top
Scroll to Top