Libro I – Parte 2 de 15
Carta I
Mi Querido Jasper:
Ahora bien, permíteme alzar una señal. Por favor, no pienses en mí
de manera muy elevada. Piensa en mí benévolamente, sin embargo,
amigo mío, dirige tus pensamientos hacia la Verdad Eterna. Yo,
similarmente a ti, estoy luchando a lo largo de la senda. Quizá, en un
instante, un velo pueda descorrerse de tu espíritu, encontrándote entonces
más adelantado que todos nosotros. La razón por la cual tuviste ayuda, es que
en vidas pasadas la proporcionaste a los demás. En cada esfuerzo que hiciste
para iluminar una mente ajena abriéndola a la Verdad, tú mismo te ayudaste.
Aquellas perlas que encontraste para otros, dándoselas, en realidad las
mantuviste para ti en un acto de benevolencia. Por supuesto, cuando una
persona vive para ayudar a los demás, está poniendo en práctica la regla para
buscar y “eliminar todo sentido de separatismo” y poco a poco se apodera de
la verdadera luz.
Por lo tanto, nunca pierdas tal actitud mental. Aférrate en silencio a todo lo
que es tuyo ya que lo necesitarás en la lucha, sin embargo, nunca, nunca
desees obtener el conocimiento o el poder para ningún otro propósito que no
sea el de ofrecerlo al altar, sólo así lo podrás mantener.
Alrededor de mí hay muchos devotos que desean y buscan ardientemente,
sin embargo, lo hacen porque la posesión parece valiosa. Quizá veo en ti y
espero no equivocarme, un puro deseo de buscar el Conocimiento por sí
mismo, de manera que todos los demás puedan beneficiarse de él. Por lo
tanto, te indicaré la única senda maestra, el sólo vehículo. Realiza todas estas
acciones físicas, mentales y morales por la razón que se deben efectuar,
renunciando instantáneamente a todo interés en ellas, ofreciéndolas entonces
al altar. ¿Cuál altar? El gran altar espiritual que, si uno lo desea, se encuentra
en el corazón. Sin embargo, continúa usando el discernimiento, la prudencia
y la sabiduría terrena.
Esto no implica que te debas precipitar de manera descuidada e intrépida
en una febril acción. Haz lo que encuentres para hacer. Desea ardientemente
hacer y aun cuando no alcances a realizarlo todo, sino que sólo ciertos
pequeños deberes, ofreciendo algunas palabras de advertencia, tu poderoso
deseo estallará como un Volcán sobre los corazones ajenos en el mundo y
descubrirás que se realizó lo que tú aspirabas ser el artífice. Entonces,
alégrate que otro haya sido así afortunado para crear un karma tan meritorio.
Por lo tanto, como los ríos se precipitan en el océano pasivo que nunca se
desborda, tus deseos entrarán en tu corazón.
Según mi opinión, tus observaciones son justas y además parece que un
verdadero espíritu las sostenga. No temas, ni fracases porque percibas que
estés en las tinieblas y te sientas pesado. Después de algún tiempo, el fervor que experimentas abatirá el santuario que encierra el misterio. Nadie puede,
verdaderamente, ayudarte. Nadie puede abrir tus puertas. Tú las cerraste y
sólo tú puedes abrirlas. Al abrir alguna puerta, tras ella encontrarás a otros
que te superaron en el pasado, pero ahora, no pudiendo proseguir, están
esperando, otros están allí esperándote. Entonces tú llegas, abres la puerta y
quizá, los discípulos que esperaban pueden pasar más allá y así
sucesivamente. ¡Qué privilegio es este, al reflexionar que a lo mejor podemos
ayudar a los que parecían ser más grandes que nosotros!
¡Oh, cómo gime la naturaleza al ver el espeso Karma que el hombre ha
acumulado sobre de sí y sobre las criaturas de los tres mundos! Ese profundo
suspiro penetra mi corazón. ¿Cómo poder levantar esta carga? ¿Debería
pensar sólo en mí, mientras las pocas manos fuertes de los Benditos Maestros
y Sus amigos, detienen la terrible nube? En edades remotas, tomé el voto de
ayudarlos y debo mantenerlo. ¡Qué el gran Karma me permita hacer más! Y
tú, haz lo que puedas. Coloca tu sola fe, seguridad y confianza en el Karma.
Z.