Libro II – Parte 10
Carta IX
No sé qué escribir, en cuanto he estado muy ocupado con la gente. Tengo una cierta inquietud acerca de mis conferencias, que aún no he preparado. No puedo, naturalmente, contestar a muchos de tus puntos porque suscitan en mí una cierta resistencia y por lo tanto no responderé. En verdad, a menudo pienso: que bueno sería no hablar ni escribir. No soy un experto en esas frases bonitas que tanto gustan a la gente. Por supuesto, esto no altera mis reales sentimientos, sin embargo, los pollos son pollos y a menudo piensan cosas insensatas. Quiero olvidar y perdonar a todos esos niños y actos infantiles. Hagámoslo y tratemos lo posible de ser verdaderos hermanos, acercándonos así a la verdad. Mediante el trabajo derrotaremos al enemigo del Maestro: obrando en silencio con perseverancia.
Todavía, espero que tarde o temprano te recuperaras y saldrás sintiéndote mejor y más fuerte. Yo sé que esto acontecerá y no te veo muerto bajo ninguna circunstancia. Tú tienes menos esperanza por tí que por los demás. Sin embargo posees la voluntad y la energía para luchar hasta el último momento. Deseo sólo poderos ver para animaros un poco más, o sea hablar contigo ya que tú no necesitas mucho incentivo […]
A menudo recibo comunicaciones de El. Esta terrible confusión me ha aclarado. El dice que se debe evitar una actitud precipitada y que no debo dejar que la corriente me arrastre. Me pidió que te dijera que posees una rapidez natural que tienes que guiar y el mejor método consiste en dejar 90 transcurrir un poco de tiempo después de una carta y permitir que pase una noche antes de actuar en un plan. Además, él dice […] (no estoy consciente de esto, sin embargo debe tener razón), que tienes un sutil deseo de ser el primero en elaborar o proponer un buen proyecto o una buena acción. No dejes que esto te extravíe, no obstante, sé más lento con respecto a tal asunto. Según mi opinión es una buena sugerencia por la razón adicional que, de vez en cuando, se puede extraer un plan de cabeza ajena.
Veo que los grupos se han reunido. Sostén el esfuerzo y vigila, en lo posible, que el espíritu de parcialidad se mantenga bajo y que el motivo principal sea el bien, una firme lealtad y un constante trabajo. Además, no expulses a nadie de tu corazón.
En este momento debo pedirte proceder con más calma. Es absolutamente necesario.
¿Una palabra de amor a (…)? Ya la envié. Envié muchas. Las envié no sólo visiblemente, sino de la otra forma también. ¿Qué podría decir? No sé. En lo que envié puse mi corazón. ¿Acaso (…) no está siempre presente para mí y conmigo? ¿Cómo puedo usar palabras cuando las fibras de mi corazón están involucradas? ¿De qué sirve mi filosofía si me abandonara a simples palabras, en el momento en el cual la partida de (…) parecía tan próxima? No pude hacerlo. Si tratara de efectuarlo, las palabras resultarían en simple basura, mentiras y expresiones falsas que no soy capaz de proferir, no importando que tanto los demás puedan hacerlo. Nuestra vida real no se encuentra en palabras de amor, de odio o de fría indiferencia; sino en los ardientes abismos del corazón. Y en estos abismos reside y residía (…). ¿Podría decir más? No, es imposible. Aún esto es poco y malamente expresado.
Es cierto que, cada día que pasa, el efecto de mi filosofía resulta ser más aparente en mí, como la tuya lo es y será en tí y así en el caso de todos nosotros. Lo noto por mí mismo sin considerar todo lo que oigo al respecto por parte de los demás. ¡Qué mundo y qué vida! Empero, nacemos solos y debemos morir solos, exceptuando el hecho de que en el Espacio Eterno todos somos uno y la Realidad Unica nunca muere.
Si la ambición se interpone de manera furtiva, pero siempre más prominente, destruirá todas las cosas ya que las bases serán débiles. Al final, el Maestro ganará, por lo tanto respiremos profundamente, mantengamos nuestra posición con firmeza y no hagamos nada de manera precipitada. La eternidad está siempre aquí, no puedo deciros como mi corazón se dirige a todos vosotros. Tú lo sabes, pero una sola palabra será suficiente: ¡Confía! Esto es lo que H.P.B. dijo. ¿Acaso ella no sabía? ¿Quién es más grande que nuestra vieja y valiente “Señora mayor”? ¡Ah, si estuviera ella aquí que carnicería! Me pregunto cómo ella, él o éste, considere el asunto. Supongo que sonriendo de todas nuestras luchas.
Nuevamente, en la tormenta y con el sol, en el calor y en el frío, cerca o distante, entre amigos o enemigos, siempre lo mismo en un Unico Trabajo.